En un tiempo muy lejano, en un lugar
muy cercano, vivía una Elfa... sus cabellos eran oscuros pero
refulgían bajo la luz de las estrellas, unas estrellas que contaban
menos años que ella dado que cuando atisbó por primera vez el
Cielo, éstas no se habían aún formado. Su Mundo era oscuro, no
contaba con un Sol o una Luna para embellecer su Naturaleza,
perennemente en la penumbra a su raza no le quedó otra opción que
evolucionar hasta tener unos ojos grandes y penetrantes, capaces de
vislumbrar cada recóndito rincón de su entorno.
Seguramente estaréis intrigados por
saber qué le pasó a esta doncella... tranquilos, no hablaré de
príncipes enamorados portadores de espadas forjadas con metal sacado
de un meteorito, no relataré nada sobre su triste y vacía vida en
la torre de un castillo presa de un dragón, este cuento no versa
sobre la solitaria vida inmortal y sus consecuencias... la Elfa no
estaba sola, pero seguramente llegaría a estarlo con el tiempo.
Presa de la locura provocada por la
muerte de su padre durante una trivial batalla, esta dama se había
convertido en una asesina profesional de renombre; de todas partes
era requerida por ricos nobles que pagaban a golpe de lingote para
librarse de sus enemigos, de caballeros sin honor que la contrataban
para acabar con sus rivales la noche antes de un duelo, de plebeyos
que reunían el dinero suficiente entre todos como para costearse la
eliminación de su villano... la sed de sangre era tal que a veces no
necesitaba ni un pago por sus servicios, la simple satisfacción de
un trabajo bien hecho era suficiente.
Por supuesto, y como seguramente
habréis deducido, su número de enemigos crecía exponencialmente
tras cada encargo, y cada vez eran más los que deseaban su
exterminio, pero ninguno tenía el valor suficiente como para osar
enfrentarse a ella, ni siquiera en grupo eran capaces de superar su
pericia y destreza... ni siquiera otros asesinos profesionales,
tentados por grandes sumas, acertaban con terminar con su vida, y
solían pagarlo con la propia (menos competencia).
En cierta ocasión, mientras buscaba a
un ladrón de joyas por encargo de un alcaide, se las tuvo con toda
su banda, y tras acabar con todos con relativa facilidad, encontró
al ladrón escondido entre unas cabañas destartaladas en el lindero
de un río, desenmascarándole contempló con cierta sorpresa que era
poco más que un niño de 1.500 años... dudó unos instantes
mientras él clavaba su mirada atemorizada en el filo de su hoja, en
su rostro apareció el atisbo de lo que prometía ser una especie de
sonrisa y hendió en lo más profundo de su asustado corazón hasta
que el fluido vital impregnó una vez más sus pálidas manos.
Sin remordimientos, sin embargo,
decidió que por esta vez el alcaide no llegaría a entregarle la
recompensa... abrió el librito que siempre portaba, llamado
“TRABAJOS INGRATOS” y escribió el nombre del niño que acababa
de asesinar, justo debajo del nombre de su padre...
P.S.: GRACIAS a @ErurielMinai (síganla,
no tiene desperdicio) por prestarme los derechos de publicación del
dibujo, así como al mismo por la inspiración del relato.
¡Hola!
ResponderEliminarEn primer lugar he de darte las gracias por el detalle, lo cierto es que no me lo esperaba -salvo cuando me lo has comentado.-
En segundo lugar, como es obvio, el texto me ha encantado porque empieza de una manera que no te hace de ningún modo sospechar el final.
Y finalmente... TE HAS GANADO UN ELFO ESPADACHÍN. *_______*